lunes, febrero 08, 2010

Un tiempo

Tenía la costumbre de poner la hora exacta cada vez que consultaba su reloj. Y debía hacerlo porque ese reloj de tablero azul viajaba sin pila en su muñeca hace muchos meses.

El suyo resultaba el método más práctico para tener una certeza sobre el pasado.

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La distancia hasta la tienda donde compra el vino se reducía mientras por su cabeza cruzaba la sensación de que no necesariamente es más sencillo encontrar certezas del pasado que alguna del futuro, o en el presente mismo. La historia (las historias) se escribe a muchas manos, con lo que la bruma cae cada vez más espesa sobre lo que ocurrió alguna vez aquí o allá.

Él podía decir: cuando vi el reloj eran las tres menos cuarto.

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Carmen disfrutaba con este tipo de estupideces pues tenía por seguro como tanta divagación no impediría que la botella finalmente llegara a la mesa. Justo a tiempo.