jueves, noviembre 22, 2007

Gatos

-Estoy casi convencida de que los únicos que me quieren de verdad son mis gatos, lo que venga de los demás lo dudo sin vacilaciones -dijo Carmen al tiempo que movía la taza en su mano para tomar el último sorbo de café.

Tuve que explicarle que en realidad los gatos no quieren a nadie más que a sí mismos y que tal vez calificar de afecto la sensación de conveniente compañía que se genera al tenerlos cerca podría ser un error.

-Ellos sólo nos utilizan para ser felices. Somos otra más de sus fuentes de placer y divertimento. La diferencia con las personas está en que el felino tiene siempre actitud sincera hacia el otro: si les interesamos, están; de otra forma, se van sin chistar -le contesté dejando salir un tono de reprobación y desconcierto por su ingenuidad.

Se quedó callada con la cara que ponen las personas cuando se les pregunta por el resultado de una multiplicación cuya respuesta conocen pero que olvidan de momento. Torció la cabeza, entrecerró un ojo y movió la boca repitiendo mis palabras pero sin emitir sonido alguno.

-Lo que pasa, entonces, es que ellos son los que menos me utilizan.